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El Precio de Leer la Mente

El poder de controlar la computadora o un brazo robótico con sólo pensarlo ya ha dejado de ser ciencia ficción.  Empresas como Neuralink (Elon Musk), están haciendo que esta idea sea cada vez más real.  El desarrollo de interfaces cerebro-computadora (BCI), ha logrado esa conexión directa entre nuestro cerebro y el mundo digital.  Pero el precio de leer la mente puede ser sumamente peligroso.

Desde las novelas de ciencia ficción que nos volaban la cabeza hasta los episodios más impactantes de series como “Black Mirror” (presten atención al capitulo “Una pareja cualquiera” de la última temporada), se ha tratado la idea de fusionar nuestra mente y cuerpo con la tecnología.  Esto siempre ha generado fascinación y, seamos sinceros, un poquito de escalofríos.  Neuralink está tomando ese concepto y lo está llevando al laboratorio, con el objetivo de implantar pequeños electrodos en el cerebro para que podamos interactuar directamente con dispositivos electrónicos.

El bueno, el malo y el feo.

Si pensamos en las personas con parálisis o algunas dificultades motrices esta tecnología podría controlar prótesis de última generación con una precisión asombrosa o comunicarse sin necesidad de hablar o escribir.  La neurociencia podría dar un vuelco, ofreciendo nuevas terapias para enfermedades como el Parkinson o el Alzheimer, e incluso ayudando a restaurar la vista o el oído perdidos. Todo esto prometerá (así ya lo promocionan) una vida con más autonomía y calidad para muchísimas personas.

Sin embargo, esta increíble tecnología también nos obliga a reflexionar acerca de si estamos realmente preparados para esto.  Las cuestiones éticas que surgen son muchísimas y muy importantes.

Para empezar, la seguridad es primordial. Implantar algo en el cerebro no es como instalar una app en el celular. ¿Cuáles son los riesgos a largo plazo? ¿Podría haber complicaciones inesperadas? La privacidad de nuestros datos cerebrales es otro tema crucial.  No debemos olvidar que nuestros pensamientos son lo más íntimo que tenemos.  ¿Quién tendría acceso a esta información? ¿Cómo evitar que se use de forma indebida o que caiga en manos equivocadas?

La autonomía es otra de las cuestiones a tener en cuenta. Si nuestra mente está conectada a una máquina, ¿hasta qué punto nuestras decisiones serán realmente nuestras? ¿Podríamos ser influenciados o incluso manipulados sin darnos cuenta?

La línea entre nuestro “yo” y la tecnología podría volverse muy borrosa. No se trata de generar con estas líneas miedo pero cuesta, en un mundo en el que cada vez se busca menos preservar o cuidar al otro, no sospechar un poco.

Tampoco podemos olvidarnos de la igualdad de acceso. Esta tecnología es muy costosa. Sólo unos pocos privilegiados podrán beneficiarse de ella y se creará una nueva brecha entre “humanos mejorados” y el resto. Es fundamental que los beneficios de estas BCI lleguen a quienes más los necesitan y no se conviertan en una herramienta más de desigualdad.

Reflexionando sobre el Futuro Conectado:

Neuralink no es la única empresa que está recorriendo este camino. (menciono algunas otras para que puedan investigar: Synchron, Paradromics, Precision Neuroscience, Blackrock Neurotech, etc).  Science Corp, por ejemplo, ha desarrollado una prótesis ocular llamada PRIMA que ha logrado restaurar la visión.  La preocupación principal tiene que ver con la velocidad de los avances tecnológicos y la lentitud de las leyes que buscan evitar abusos y cuidar a la gente.  No podemos dejar que la fascinación por la tecnología nos ciegue ante las posibles consecuencias. El precio de leer la mente puede ser sumamente peligroso.  La conversación sobre estos temas debe ser abierta, profunda y constante. ¿Estamos listos para conectar nuestras mentes al futuro? La respuesta a esa pregunta definirá cómo será ese futuro para todos.

#FuturoDeLaTecnologia #Neuroetica #ElonMusk