Nos estamos acostumbrando al uso de las IA de una manera vertiginosa. Estas tecnologías pueden producir textos interesantes, imágenes alucinantes y hermosas canciones con el estilo de cualquier artista conocido. Era sólo cuestión de tiempo para que muchos artistas iniciaran demandas, al notar que sus obras son de alguna manera utilizadas. El debate sobre las IA y los derechos de autor nos invitar a reflexionar sobre si estas realmente crean o copian patrones para sus producciones.
Si una IA produce una imagen que parece sacada de un sueño habría que establecer primero, quién es el artista. ¿Es la máquina o la persona que le dio las indicaciones para llegar a esa imagen?. ¿Será acaso el equipo de programadores que ha entrenado a la IA o la empresa poseedora de derechos sobre esa IA? Estas son preguntas sin respuesta al día de hoy.
La creatividad en acción
Quizás sea necesario comprender cómo aprende una IA. Estas son entrenadas con materiales de otros para poder establecer patrones y luego dar una respuesta. Por ejemplo, para hacer la imagen de una pintura, la IA recibe miles y miles de imágenes de todos los estilos conocidos. Del mismo modo se entrena con canciones y textos protegidos con derechos de autor. Es decir que la IA se basa en el trabajo de otros seres humanos para poder producir algo.
Puede alguien asegurar que los seres humanos también se inspiran en otras obras para poder crear. Y en esa búsqueda es muy probable que lleguen a crear algo nuevo. Este parecería el principal argumento a favor de las IA; estas producen a partir de las obras de otros. Aquí habría que aclarar que hay un componente de la creación llamada inspiración, algo muy repentino, el impulso que tienen los artistas antes de crear. Las máquinas no poseen esto y deben ejecutar la orden de un humano para poder producir lo que este humano le pide. Punto para el humano.
La herramienta o el artista
Hecha la producción (artística o no) cabe reflexionar acerca de quién o quiénes son las personas que pueden explotarla. Se recuerda que los derechos de autor han sido pensados para personas de carne y hueso como artistas. Si se considera que el autor es quien programó la IA, se podría argumentar que las esculturas de Miguel Ángel pertenecen al que construyó sus martillos y cinceles. Un guitarrista compone sus canciones con ese instrumento con esa herramienta, pero nadie duda acerca de la autoría de sus creaciones.
Mientras tanto, muchos artistas han denunciado a las empresas de IA por usar sus obras para entrenar a sus modelos sin siquiera consultar. El caso de Studio Ghibli abrió la puerta a posibles reclamos por competencia desleal y apropiación de identidad artística ya que se entiende que copiar un estilo puede ser ilegal. Supongamos que una empresa de marketing elabora una campaña gráfica pero en lugar de contratar a un artista, utiliza una IA para realizarla emulando su estilo. O que le pedimos a una IA que haga una canción en el estilo de Charly García o de cualquier otro artista para una campaña electoral.
Como siempre, la tecnología avanza a una velocidad increíble pero las legislaciones lamentablemente no. Serán necesarias nuevas leyes para proteger los derechos de autor, no sólo por cuestiones económicas, sino también por que las cosas, así dadas, sólo perjudican a la creatividad.